domingo, 6 de junio de 2010

El Mural - Critica de Javier Griffa



EL MURAL
Entre el deseo y los ideales


Estrenada el 20 de mayo del presente año, la nueva película de Héctor Olivera, basada en sucesos y personas reales, nos sumerge en los años treinta, específicamente durante el gobierno de Agustín Pedro Justo, época en la que reinaba el conflicto comunismo-aristocracia, época en la que el fascismo de la Legión Cívica se desarrollaba rápidamente, época en la que la prensa iba de la mano del poder político vigente. En esta atmósfera de caos, silencios, sueños, resistencias, infidelidades, hipocresías, conveniencias, revanchas e idealismo, los personajes dan vida a un pasado remoto. Héctor Olivera es especialista en películas históricas: dirigió, entre otras, La noche de los Lápices (1986) y La Patagonia Rebelde (1974), de las cuales también fue el guionista.
El artista mexicano David Alfaro Siqueiros (Bruno Bichir) arriba a Buenos Aires con la intención de realizar en La Boca un mural que estimule la revolución marxista, pero ante las dificultades políticas que le cierran el paso, el famoso director del diario Crítica, Natalio Botana (Luis Machín), le propone que haga aquella obra en el sótano de su mansión de Don Torcuato, “Los Granados”. Desempleado, no tiene otra salida que aceptar a regañadientes y cambiar su obra idealista para las masas por una revolución en la pintura para un privado. Allí, junto a tres colaboradores, inaugurará el Ejercicio Plástico. Pronto llegará a la casa del mecenas Blanca Luz Brum (Carla Peterson), poetiza, sandinista, esposa y modelo de Siqueiros: ella, harta de su marido, conquistará a Botana, entretejiéndose un triángulo amoroso, que continuará en un cuarteto por la seducción al pícaro poeta chileno Pablo Neruda (Sergio Boris), amigo del muralista y vicecónsul en Buenos Aires. Entretanto, los personajes entran en contradicción, se pelean, se engañan, se odian, intentan de imponerse uno sobre el otro (en especial el matrimonio Siqueiros y el de Botana), hay verdades ocultas que llevan a la desgracia y otras verdades que hieren hasta verse como hipócritas.
Por suerte, las dos o tres escenas cómicas (lamentablemente, la mayoría apelando al sexo) calman los ánimos unos segundos.
Las dos primeras y las dos últimas escenas no tienen fuerza, no atrapan al espectador ni lo hacen saltar de la butaca.
El Mural hace paralelismos a la realidad contemporánea en cuestión de los medios de comunicación: los diarios crean la opinión pública, dice a la gente qué es lo relevante y qué no, así no se tienen que esforzar a pensar. Una frase muy interesante que dice Siqueiros a Botana: “Leyenda es lo que venden los diarios”.
El relato avanza lentamente; hay pocas sorpresas; no llega a conmover, incluso en los momentos donde hay sufrimiento. Los significados de algunos diálogos y escenas sólo las pueden entender bien aquel que sepa algo de historia o pintura; ésto no quiere decir que es un film para elite, pues hay un montón de hechos que explican la conducta de los personajes y los sucesos en sí; por ejemplo, el personaje de Siqueiros está muy bien logrado, así también el de Natalio Botana. Sin embargo, para entender mejor la película, uno debe leer un poco sobre la Década Infame, la Legión Cívica, la represión obrera; por qué quisieron matar a Lisandro de la Torre, la repercusión social y política de la muerte de Enzo Bordabehere, Uriburu y Gardel; quiénes fueron, qué pensaban y qué hicieron en esos tiempos Pablo Neruda, Victoria O ´Campo, el presidente Justo, Blanca Luz Brum, los anarquistas y los estalinistas.
El Mural no es una película para verla por descarte porque llegaron tarde al cine, porque sus acompañantes ya vieron las demás, etcétera. El film es maravilloso para alguien que le guste la historia, o simplemente, para aquel que le encante ser chusma de los culebrones ajenos. Si a usted no le apasiona la historia o los culebrones, no vaya a verla, le parecerá aburrida y tediosa.
El casting fue bueno: todos los actores y actrices trabajaron excelentemente, especialmente Ana Celentano, quien representó a Salvadora, la mujer de Botana: una anarquista, depresiva, con sus toques religiosos. Otros actores que descollaron por su papel fueron Camilo Cuello Vitale, quien representaba a Carlos, el hijo mayor de Botana; Rodrigo Noya (Helviro, el segundo hijo de Natalio Botana) y Luis Campos (Presidente Agustín P. Justo).
En cuestión de la ambientación: muy buena. Los decorados son exactos a la época; el vestuario también. La fotografía fue adecuada; jugó mucho con los claros, luego pasó a los oscuros, bastante bien equilibrados.





Valoración: 7,72

JAVIER GRIFFA




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